Vidas paralelas y no tanto
- 7 de octubre, 2021
Como ocurre con el año nuevo, existe la falsa ilusión de que los problemas se esfumarán por arte de magia luego de las elecciones, para empezar, tabula rasa, un nuevo ciclo.
La distorsión acelera el tiempo en dos direcciones paradojales: acentúa el corto plazo y ralentiza el largo, que empieza a confundirse con la eternidad, acumulando problemas irresueltos cada vez más graves. La mirada a los efectos más que a las causas.
La aseveración toma centralidad en Argentina respecto de dos instituciones protagónicas, la Corte Suprema de Justicia y el Banco Central; con roles disímiles en el sistema institucional, pero con una característica común en su naturaleza última: la independencia. En rigor, su falta de independencia, que marca una de las razones primordiales de la enfermedad institucional que aqueja al país, porque es presupuesto de su eficacia.
Contra lo que aseveran algunos tecnócratas del derecho, la función de la Corte es esencialmente política: toda decisión que adopte, aunque sea en el más estricto plano judicial, responde a una motivación política y tiene una derivación política. Al interpretar la Constitución, está eligiendo un camino dentro de un espectro de posibilidades, en una época determinada y según una ideología preponderante.
Ese es el marco y esa es también su responsabilidad: sintonizar con su tiempo y las exigencias colectivas. Y eso es, en gran parte, lo que no ha hecho nuestra Corte Suprema durante largo tiempo; tal vez el ejemplo más cabal sea la sentencia que aumentó en miles de millones el déficit público nacional, a sólo días de haber asumido un gobierno en 2016. Tanto timing en su agenda no deja de sorprender. Porque una cosa es que su función sea política y otra muy distinta es que juegue al oportunismo político, siempre marcado por la irresponsabilidad, en plan que otro arregle lo imposible.
En el caso del Banco Central el problema pasa por el origen de la autoridad, el proceso de designación de su presidente y directorio. En virtud de una norma de los últimos tiempos de Menem, si quiénes son propuestos por el Poder Ejecutivo no logran el acuerdo del Senado, pueden ser “designados en comisión”. Es decir, la inestabilidad misma, porque su despido está a tiro de una lapicera. De allí entonces las docilidades, que se traducen en emisión monetaria, adelantos al Tesoro y acrecentamiento de su pasivo por supuesta esterilización con letras. Los trucos de siempre, los resultados esperables, también de siempre: inflación y pobreza.
Estamos hablando de la justicia y de la moneda. La garantía de una república y su soberanía monetaria, su dimensión espiritual y material. Que el árbol no tape el bosque. Ante una crisis en etapas como la que estamos inmersos y que recién empieza, tal vez sea tiempo de empezar a hablar de la agenda que realmente importa. De velar porque estos marcapasos institucionales de la república funcionen cuando más tienen que funcionar, con independencia. Especialmente estas dos, que son paralelas y no tanto.
Autores: Estudio Saravia Frias
Prensa GeoMinera