El embajador argentina en Hungría, Maximiliano Gregorio-Cernadas, armó durante la Budapest Energy Summit una agenda de compromisos para empresarios argentinos que no les dio respiro en cuatro días.
Gustavo García
@gustavofabian
A una semana del G20, ahora que se apagaron los comentarios del evento y ya se ha barrido el papel picado de la fiesta, queda la incertidumbre de saber cuánto de los acuerdos firmados llegarán a tomar forma final en términos comerciales. Es decir, cuánto redundará en exportaciones, rentabilidad, creación de empleo.
La cumbre dejó un sinnúmero de acuerdos marco firmados, memorandum de entendimiento y políticas de buena voluntad, pero como suelen decir los empresarios argentinos, cuando baje la espuma hay que ver qué queda de todo eso.
Lo más resonante se dio con la firma de una treintena de convenios con China, algunos de los cuales abren las puertas a la exportación de productos como la cereza. Es un primer paso relevante. El segundo tiene que ver, y mucho, con las condiciones de competitividad argentinas, la base desde la cual termina siendo posible enviar un embarque de cualquier producto a Pekín. Y en eso aún hay mucho por hacer.
Tener el acceso franqueado no es garantía de negocio en puerta. Por delante queda normalizar las variables internas que vuelven cuesta arriba la producción, como el acceso al financiamiento, la carga impositiva, el costo de los fletes y los problemas de logística e infraestructura. Pero también hay que trabajar hacia afuera, conquistando mercados desde el accionar diplomático.
Aquí bien vale el ejemplo de lo que ocurrió esta semana en Hungría, donde tuvo lugar la Budapest Energy Summit, un encuentro organizado para discutir hacia dónde va el mundo en materia de energía renovable. La matriz ha comenzado a mutar y los productores de hidrocarburos, como el resto del planeta, se preguntan cuáles serán las fuentes energéticas del futuro.
El teléfono celular suena por la mañana y a casi 12.000 kilómetros de Buenos Aires surge la voz del empresario tucumano Miguel Mitre, presidente de la compañía Cuper SA, dedicada a la explotación de litio en Jujuy. El hombre, quien narró para el suplemento de Economía de La Prensa su experiencia en una nota publicada el pasado 16 de septiembre, suena entusiasmado al otro lado de la línea, en Budapest.
Cuenta que fue invitado por la Embajada argentina en Hungría -el pasaje se lo tuvo que pagar él- a participar de este encuentro en el cual tomaron parte más de 350 empresarios de todo el mundo, en un congreso que se prolongó a lo largo de cuatro jornadas.
Según dice Mitre, y sabe de lo que habla, las principales compañías globales y algunos Estados hacen cuentas sobre lo rápido que cambia el mundo. Un ex CEO de Shell le explicó que en 2040 todos los autos serán eléctricos en Europa. Volvo tendrá el 50% de su planta automotriz en 2025, y Volkswagen el 25%. "Esa es la tendencia. Había países petroleros que buscan reconvertirse. Están interesados en la energía solar y en el litio", sostiene.
Aquí es donde entra en escena el trabajo hormiga que siempre debe hacer un cuerpo diplomático al servicio de su Nación. Mitre resalta la labor del embajador Maximiliano Gregorio-Cernadas, que en tiempos de presupuesto acotado supo organizar un sinnúmero de reuniones entre empresarios argentinos y del exterior con la sola premisa de avanzar en el sendero de los negocios.
Ese es el trabajo que debe hacer un embajador, vender la Argentina productiva. Gregorio-Cernadas, cuya circunscripción diplomática se extiende también a Bosnia Herzegovina, Croacia y Montenegro, parece tener muy claro su objetivo: "Esto es lo mío y lo hago con pasión", le dijo a los empresarios argentinos tras armarle una agenda de compromisos que no les dio respiro en cuatro días.
De ese fluido intercambio Miguel Mitre se trajo algunas certezas. Una de ellas es el inminente desembarco en la Argentina de la empresa Tungsram, especializada en la fabricación de lámparas para automóviles, entre otras aplicaciones. La compañía, que aún no sabe en qué ciudad instalará su planta -no saldría del trío Buenos Aires-Rosario-Córdoba-, tiene 3.000 empleados en todo el mundo. Aquí podría generar alrededor de 200 empleos directos, sin contar el impacto en la cadena de proveedores.
Los ojos del mundo empresario se han posado sobre la Argentina, pero el panorama local no es sencillo y la economía tiene un sinnúmero de variables que atentan contra la competitividad a la hora de exportar. Por eso los acuerdos macro y los memorandum de entendimiento modelo G20 son importantes, pero no determinantes. Hay que trabajar duro, puertas adentro para mejorar la macro, y puertas afuera para vender mejor la producción nacional.
Antes de cortar la comunicación, Mitre confiesa: "En el exterior los empresarios saben que Argentina está complicada económicamente, pero al mismo tiempo ven que Estados Unidos está dispuesta a no dejarnos caer. Es una señal importante a la hora de decidir inversiones".
La Prensa