Áridos, el hijo huérfano de la minería en Argentina, por Pablo Saccone

La Edad de Piedra nunca culminó para las sociedades modernas, desde las rocas ornamentales que revisten fachadas de fastuosos hoteles hasta los viejos adobes de las estufas tabacaleras,

 

Todas involucran materiales que exigen algún tipo de minado, por más artesanal que sea.

Más interesante aún resulta saber que para quienes vivimos cercanos al cordón andino, y por ende a sus montañas subordinadas, tenemos una particularidad que nos beneficia notablemente respecto de las poblaciones que carecen de montañas en sus proximidades.

La erosión de las rocas, de la mano del clima de las distintas regiones, dan como resultado un surtido variado de materiales pétreos. La piedra bola, la base estabilizada (empleada debajo del asfalto), el ripio e incluso la bendita arena empleada en mampostería, son denominaciones que reciben todos estos sedimentos que son transportados por los ríos y que no sólo por razones comerciales es necesario practicar su extracción.

La extracción de áridos en cauces colmatados o con otras características es de vital importancia, ya que es muy sencillo observar durante la temporada estival que estos tienden a desbordarse ocasionando verdaderos desastres naturales.

Pensando un poco en la demanda de oro u otros metales, incluso los de actual necesidad mundial respecto de los materiales para construcción, rápidamente podemos ver que los volúmenes necesarios de unos respectos de los otros, son sustancialmente mayores.

La extracción de áridos en nuestra legislación queda comprendida dentro de la clasificación conocida como minería de tercera categoría, que tiene requerimientos administrativos y geológico-ambientales como rige para cualquier otra categoría de minerales.

Ahora bien, ¿por qué decidí llamar a los áridos como el hijo huérfano? Desde mi punto de vista profesional y creo yo que por algo de vanidad, puede sonar más importante para un geólogo decir que está trabajando en un Informe de Impacto Ambiental para un proyecto en un yacimiento de oro que para una cantera de arena, no solo por el desafió que implica la gran variedad de factores que conllevan a que uno sea más complejo que otro, sino también por lo tentador que puede llegar a ser la diferencia de honorarios. Sin embargo, puedo asegurar que la cantidad de canteras y productores mineros de tercera categoría es tan alta como la demanda de estos materiales para nuestro país. Tampoco se contempla la cantidad de fuentes de trabajo para los geólogos asesores que en algún momento dudamos en tomar estos trabajos, como así también las demás fuentes laborales directas e indirectas que genera esta minería y que gran parte de la sociedad desconoce, aún teniendo un arenero con piedritas sanitarias para sus mascotas sin conocer de dónde proviene ese producto.

El Tribuno