San Juan: Guerra de contratos mineros; primero, que sean sanjuaninos; después, a qué sanjuaninos
- 10 de octubre, 2022
Las primeras compras de Josemaría retumbaron con el mal recuerdo de los primeros tiempos de Veladero. Con la bandera provincial por delante, los intereses que se tejen por detrás.

Por Sebastián Saharrea
¿Para qué sirve hacer minería en San Juan, si no se traduce en beneficios concretos para la provincia? Pregunta pertinente para estos tiempos de lanzamiento de un megaproyecto como Josemaría y que en estas vísperas desata todo tipo de maniobras, operaciones y ansiedades.
Pueden provenir esos eventuales beneficios en el formato de impuestos o regalías, se discutió en demasía y no está mal volver a hacerlo. También en salarios, altos y en blanco, que generosamente depara la actividad. Y en contratos, he aquí el nudo gordiano de la revolución sublevada de contratistas sanjuaninos que con razón presumen estar siendo pasados como alambre caído: si los pasivos son para San Juan, el esfuerzo de poner la cara al viento se realiza en San Juan, no parece justo que las grandes cosechas –es decir, el lado amable de ese esmerilado- sean levantadas por compañías mendocinas, salteñas o porteñas donde predomina el patardeo negacionista de la actividad.
Pero atención que, si bien se trata de un sencillo ejercicio de sentido común, no parece tan lineal la ecuación. Porque una vez que se consigue poner a la bandera sanjuanina por delante y torcer el cuello del empresario invasor, aparecen las pulseadas internas que suelen redundar en que cuatro o cinco vivos –pero bien sanjuaninos- se quedan con la parte del león y no dejan caer nada hacia abajo. Generosos antecedente hay, recientes además.
Por suerte opera en la memoria colectiva empresaria de San Juan el recuerdo de un momento similar a este despegue potencial de Josemaría: el de la mina Veladero, que ya lleva más de 2 décadas desde que fue construida, y que disparó en aquel momento un clima similar a éste. Con una guerra librada en el apartado ambiental que ahora está más acotada, el reclamo era el mismo: que los grandes contratos quedaran en manos de empresas sanjuaninas.
Y así ocurrió. Pero con un detalle: la mayoría de los contratos más provechosos que quedaron en manos sanjuaninas fueron a parar a empresas relacionadas con el poder político de turno. El amiguismo de pago chico, incluso hubo muchos casos de empresas que ni siquiera estaban constituidas y fueron armadas de apuro para captar esos contratos que se sabía de antemano que iban a recibir. Todos conocen esos ejemplos: empresarios y, especialmente, muchos periodistas. Hasta que explotó el modelo por el aire ante el riesgo de tirar todo a la cuneta: la empresa debió recalcular, despedir a los involucrados en tales turbiedades, barajar y dar de nuevo ante el riesgo de perder toda licencia interna.
El mal olor de ese momento incluyó causas judiciales contra encargados de compras, altos mandos corporativos pasados a degüello en la compañía de la noche a la mañana. Fue barajar y dar de nuevo, para recobrar la confianza social. Que se había perdido de la mano de un puñado de nuevos ricos sanjuaninos seleccionados por sus afinidades políticas, paseando sus lujos por la plaza 25 y cosechando los beneficios mineros pero cerrando la tranquera a otros sanjuaninos. Un modelo para no volver a repetir.
Ahora vuelve a estallar la ansiedad empresaria en la provincia, con el espejo retrovisor de lo que pasó en Veladero. Y lo que puede observarse es un tablero de tensión, sin el componente de los contratos atados a proximidad política como en aquel momento, pero lleno de fantasmas por todos lados.
Por disipar el enemigo común de todos –las empresas que captan contratos y no dejan ni un peso en la provincia, ni siquiera invierten en un estudio contable en San Juan- pero también de codazos por entrar en el radar de las compras y no ser caminados como aquella vez.
Eso es lo que explica que hoy existan en la provincia tres cámaras de prestadores mineros diferentes, que pulsean entre sí por los contratos. Y que concentran a empresas de todo tipo, potenciales contratistas de una megainversión de más de 4.000 millones de dólares que necesita de todo. Y que en estos momentos, en los que miran por el ojo de la cerradura cómo otros se sientan en la silla de negociaciones, estallan en furia.
Eso es lo explotó hace un mes en Iglesia: una súbita elevación del nivel de ansiedades producida por la entrada y salida de las oficinas centrales de empresas desconocidas, apuntalado por la falta de información de la empresa sobre el contenido de esas reuniones de las que muchos se sentían excluidos.
Se limitó la compañía a difundir que no había ninguna compra voluminosa en marcha en empresas de otras latitudes, como había circulado bajo cuerda. Se hablaba de una compra de un parque de camionetas, extraño teniendo en cuenta que los concesionarios locales de las firmas proveedoras tienen ese canal bien atado. Pero veían por la ventana que entraban y salían, y a los empresarios sanjuaninos se les hacía complicado aceptar que no se estaba cocinando nada.
Por eso explotaron: la sospechas, el ida y vuelta y una respuesta que no les cerraba. Y que sigue sin cerrarles, aunque el volumen de los reclamos haya bajado un par de cambios. Además del recelo por las empresas foráneas, también está muy latente ese condimento interno de hijos y entenados.
Es ese el único argumento que puede explicar por qué hay en San Juan al menos 3 coaliciones empresariales dedicadas al mismo objetivo: proveer servicios mineros. Se trata de desmembramientos de una misma columna, que se fueron abriendo a fuerza de sospechas cruzadas: que las conducciones tenían más peso para sus propias empresas antes que a los asociados, y así fueron surgiendo más grupos.
Ahora están la original que es Casemi, encabezada por el empresario del sector seguridad Daniel Cárcamo, pero también crecen la Capresmi, con Fernando Varela, que se cortaron cuando un grupo de empresas sospechó que la anterior conducción de Casemi se quedaba con la mejor parte de los contratos e intentó desplazarlos en elecciones; y también está Caprimsa con Fernando Godoy a la cabeza.
Todos en la misma: tirar para su lado y asegurarse la porción más grande de la torta. Aún, entre empresas bien sanjuaninas. Por lo tanto, resulta imposible pensar en un panorama alejado de tensiones, presiones extrañas, sospechas cruzadas en un momento tan delicado como el actual.
En el que aterrizan 4.000 millones de dólares y todos están esperando con cuchillo y tenedor. Y en que la memoria reciente de Veladero y sus adjudicaciones a amigos políticos pero bien sanjuaninos (algunos) no es un buen antecedente.
Tiempo de San Juan.