Cinco años de la partida de Vicente "Tito" Marino

  • 10 de febrero, 2021
  • nacionales
Cuando se trasciende a base de autenticidad y honestidad intelectual

 

Lo conocí en el fervor del debate. Apareció en el recinto de las deliberaciones del Primer Encuentro de Minería en la Patagonia, allá por abril de 2000 en el Hotel Edelweiss. Cuestionaba el cierre de la problemática y triste célebre “Mina Ángela”, lo hizo con altura, y mucho cinismo a la vez. Sin tapujos ante cien personas presentes de diferentes lugares de la Patagonia que se dio cita en San Carlos de Bariloche, cuestionó que la OLAMI, Organismo Latinoamericano de Minería, le hubiera entregado a la empresa que hizo el cierre de Mina Ángela,  un “Premio por su labor”.  Él estaba enojado y contrariado por esa actitud, tenía y siempre sostuvo sólidas razones para mantener su cólera. En esa oportunidad tuve que “fragmentarlo” por mi rol de moderador y evitar el diálogo con el profesional que defendía “el cierre”. No fue un gran comienzo para conocerlo. Pero la vida nos dio otra oportunidad.

Nos cruzábamos en distintos foros. Como ambos éramos de Río Negro, comenzaron a aflorar amigos en común, puntos de encuentro similares.  Nos acercaba la problemática minería en la Patagonia, primero por los lamentables sucesos de Esquel; luego por la incipiente llegada de la industria en Jaccobacci y tras cartón la fiebre del “Indio” y la contaminación con plomo en San Antonio Oeste.

Fue emergiendo una relación profesional y personal que perduró y se solidificó por muchos años. Es un hombre identificado y militante en relación al rol del Estado, pero a diferencia de otros, a Marino le gustaba la trinchera, se maneja muy bien en la relación con la sociedad, la cual, lo respetó y donde supo construir, un prestigio basado en la sinceridad de sus apreciaciones profesionales, sus convicciones y su despojo ante las conveniencias.

Me tocó compartir, con Tito Marino,  el equipo de trabajo de comunicación de la ex propietaria del proyecto Calcatreu, Aquiline, eso fue durante los años 2004 y 2006. Un aprendizaje importante junto a quien nos convocó, el geólogo Carlos Cuburu. Desde ese tiempo me quedó grabada la necesidad de construir un lenguaje claro para sociabilizar las ventajas de la minería. Aún como sucede hoy, es muy difícil que las mineras y sus ejecutivos sepan de qué se trata esto.

No fue el mejor negociador, pero es esa persona a la que uno le confiaría la vida. No hay dudas que entre este profesional minero y algunos pares, no existe opción,  uno se quedaba con “Tito”, porque en él no se conjugan los verbos “entregar-traicionar-ocultar”.

Nunca se hizo el distraído ante el desafío de poner la cara para defender a la industria. Era muy crítico, será por eso que los ejecutivos mineros que lo entrevistaron nunca se animaban a convertirlo en un vocero o contratarlo para hacer tareas en sus compañías. Repartía visiones críticas - siempre constructivas -  sin filtrar beneficios. Lo decía y punto.

Allá por el año 2006 nos embarcamos en generar un espacio de debate y opinión certera desde un lugar que se denominó APORTE, que nucleaba a diferentes profesionales de distintas universidades. Se apartó cuando “no le cerraba” y aquel proyecto mutó para convertirse en una red, “de enredados”, como le gustaba apreciar.

Luego vino la convocatoria del ex gobernador de Río Negro, Carlos Soria, quien lo convirtió en Director General de Minería de esa provincia. Rápidamente el lobby minero, al que conocía muy bien, buscó su partida de la estructura pública y así fue; debió regresar a su CNEA, decidido a no dejar en la puerta de las oficinas oficiales, de la calle Garrone de la ciudad de Viedma, sus infalibilidades. Nos reíamos juntos cuando recordábamos que aquellos que  lo palmeaban y lamentaban por su salida, fueron  los mismos que habían recorrido los despachos para sacarlo… cosas que pasan.

Sin duda una enorme persona detrás de una máscara de rudeza que sólo intenta despistar para no mostrar ese lado sensible y solidario que lo caracterizó. Un gran amigo y extraordinario padre. Siempre dispuesto a dar una mano y a cambio compartir sólo un cigarrillo o un buen vino tinto.

Cuando escribió el “Caliz de Madera”, un artículo de alto contenido político y social, supo marcar la contradicción de la Iglesia Católica en San Carlos de Bariloche que se oponía y opone al desarrollo minero. En el “Cáliz de madera” simbolizó la doble moral y la ideologización hacia una industria válida y necesaria. Él se oponía a los que preferían la existencia y producción de pobres e ignorantes. Nunca se calló.

Si bien es cierto que a veces se desbocaba, su verborragia intelectual, era un camión a contramano pero cargado de verdades.  Aprendí a escucharlo y asimilé que existía en él un invalorable sentido de la honestidad y la amistad. Permitía saber que uno podía contar con él. Y además, descubrir que la minería poseía una de sus voces más filosas para defender la actividad. No tenía miedo.

Gozaba de la mejor construcción intelectual para defender la legitimidad de una industria. Aquí su valor agregado más trascendente, porque esto no lo negociaba. No tranzaba.

En un sector, como es el minero, donde las caretas y las hipocresías se pasean sin vergüenza, el nombre de Vicente Marino, trae aún una bocanada de aire puro; acarrea la sensación de que persiste la luz para construir un sector más racional, sensible, convincente y socialmente aceptado. No bajó los brazos.

Nos habíamos hablado para fin de año. Quedamos en encontrarnos como todos los años en el balneario Las Grutas. Los dos pegamos un faltazo. Cuando en aquél enero de 2016 decidió abrazar otro plano de su existencia, justo en ese mismo tiempo, padecí un ACV y se frustró el encuentro.

Nos quedaron muchas charlas pendientes. Siempre comenzamos nuestros diálogos como espadachines de la arrogancia. Luego vendrían el análisis y la reflexión. Desde hace cinco años que añoro sus definiciones y perspectivas de la vida. Su amor por los hijos, las ganas de vivir y de no renunciar jamás a los sueños de libertad.

Sé que sigue presente en muchos amigos que le regaló la vida. Como el grupo de los viernes que aún lo espera y brinda con él en los encuentros barilochenses. También aquellos compañeros de la CNEA que extrañan sus apreciaciones desinhibidas y disparatadas conclusiones que los hacían repensar posturas. Pero sin duda en los recuerdos y legados que les dejó a sus hijos. Por eso, a ellos, les hago llegar mis respeto y más preciadas consideraciones. Un ser humano único e irrepetible.

En el plano que se encuentre, desde aquella mañana del 29 de enero de 2016, en la opción que haya anhelado de permanecer entre nosotros; solo tengo mi eterno agradecimiento y los mejores recuerdos. Algo que también mi familia comparte, como esos tantos fines de año que nos encontró a la luz del nuevo primer día del almanaque. Evocaciones entrañables, imborrables y auténticas. “Tito”, siempre ¡Presente!

Claudio Agustín Gutiérrez

Prensa GeoMinera